Entender nuestra evolución nos ayuda a comprender nuestras necesidades nutricionales.
LA ALIMENTACIÓN COMO UN PILAR BÁSICO DE LA SALUD
¡Hola! Hoy te voy a hablar sobre un tema muy importante que tiene un gran impacto sobre nuestra salud: la alimentación.
¿Sabías que entender nuestra evolución como seres humanos y las condiciones en las que hemos vivido nos ayuda a comprender nuestras necesidades nutricionales? Conocer lo que nuestro cuerpo espera y necesita es clave para entender los problemas que enfrentamos en la sociedad moderna.
Es curioso, pero la nutrición es una ciencia relativamente joven. Hace apenas unos años se comenzó a estudiar de manera rigurosa y científica. ¿Sabes por qué? Pues porque es extremadamente complejo hacerlo. La nutrición involucra una infinidad de factores, como el entorno en el que comemos, si cocinamos nosotros mismos o nos cocinan, si comemos solos o en compañía, si estamos relajados o estresados, y muchos otros más. Además, hay aspectos que van más allá de la alimentación en sí, como el descanso, la actividad física, las relaciones sociales y otros factores que influyen en nuestra salud.
Afortunadamente, gracias a los avances científicos, cada vez se realizan más estudios que nos ayudan a entender cómo la alimentación afecta nuestra salud. Estas nuevas evidencias respaldan cada vez más los beneficios de una alimentación basada en nuestra evolución, y poco a poco estamos desmintiendo los mitos que se han creado a lo largo de las últimas décadas en torno a la nutrición.
Pero aquí viene un tema importante: muchos de los primeros estudios sobre nutrición, realizados en la década de 1950, no tuvieron en cuenta todos los factores que mencionamos anteriormente. Además, muchos de ellos se llevaron a cabo en animales que difieren mucho de los seres humanos en términos de alimentación, como los conejos, que son vegetarianos. También debemos tener en cuenta que la financiación de estos estudios, en su mayoría, proviene de las grandes empresas de la industria alimentaria. La estrecha relación entre las sociedades científicas y de salud y la industria a menudo dificulta la investigación y publicación de manera libre e imparcial.
Un ejemplo claro de esta relación estrecha entre los organismos de salud y la industria es la famosa pirámide alimentaria. Aunque ha sufrido algunas modificaciones, la pirámide básica se mantiene desde aproximadamente 1992. Esto es lo que se nos enseña desde el colegio hasta la universidad y en muchos otros ámbitos educativos. Sin embargo, es interesante cuestionar por qué estas recomendaciones no siempre son las mejores para nuestra salud, y para ello es importante entender nuestra evolución como seres humanos.
¡Así que prepárate para descubrir cómo la alimentación forma parte de los pilares fundamentales de nuestra salud y bienestar!
ALIMENTACIÓN: UN VIAJE POR NUESTRA HISTORIA
La evolución no ocurre al azar, sino en respuesta a la presión ambiental y la necesidad de adaptarnos a cambios significativos en nuestro entorno. Si las condiciones son estables y adecuadas, no es necesario evolucionar. Sin embargo, cuando la presión selectiva es lo suficientemente fuerte, la regla es simple: «O TE ADAPTAS O DESAPARECES». Un ejemplo claro es cómo nuestros ancestros se adaptaron a ambientes con menos exposición solar, lo que llevó a cambios en la pigmentación de la piel para aprovechar mejor la luz solar y sintetizar vitamina D con menor exposición.
Mucho antes de la aparición del Homo sapiens, nuestros antepasados compartían la jungla con otros primates y tenían acceso a abundantes frutas durante todo el año. Sin embargo, hace unos 5 millones de años, el clima cambió y se enfrió, dando paso a la sabana. La escasez de recursos en este nuevo ambiente seleccionó a aquellos que se aventuraban fuera de los árboles para buscar alimento en la sabana, lo que impulsó cambios evolutivos en nuestros ancestros, como caminar erguidos.
Nuestra dieta también evolucionó con el tiempo. Desde una alimentación más rudimentaria basada en frutas y vegetales, evolucionamos hacia una dieta más variada que incluía raíces, semillas, tubérculos y alimentos de origen animal. Con el tiempo, la caza y la cocina se convirtieron en factores clave para nuestro desarrollo mental y el crecimiento exponencial de nuestro cerebro. La combinación de caza y cocina proporcionaba más energía y alimentos seguros, lo que permitía el crecimiento cerebral y una mayor capacidad intelectual.
Durante la mayor parte de nuestra evolución, fuimos cazadores-recolectores, basando nuestra alimentación en alimentos naturales y poco procesados. Sin embargo, hace unos 8.000 – 10.000 años, con la Revolución de la Agricultura, comenzamos a consumir cereales y legumbres en cantidades significativas, y a domesticar animales para obtener nuevos alimentos como la leche y sus derivados. Aunque estos alimentos se han incorporado a nuestra dieta, representan una pequeña parte de nuestra historia evolutiva, lo que puede influir en nuestra capacidad para procesarlos correctamente.
La Revolución Industrial, que ocurrió hace unos 260 años, trajo consigo grandes cambios en la forma en que producimos y consumimos alimentos. Con la industrialización alimentaria, surgieron alimentos ultraprocesados, azúcares refinados, grasas vegetales modificadas y cereales refinados. Estos alimentos, de reciente introducción, llevamos consumiéndolos una parte muy pequeña de nuestra evolución (en términos de tiempo evolutivo es desde ayer…) y pueden tener impactos negativos en nuestra salud si se convierten en la base de nuestra alimentación.
Esto no significa que tengamos que demonizar ciertos alimentos, pero es importante conocer qué nos aportan, qué nutrientes contienen, de dónde provienen, etc. Así podremos evaluar de manera objetiva si deberían formar parte de nuestra dieta principal o no. Ese conocimiento nos dará el poder de decidir si un alimento es bueno o malo para nosotros y cómo consumirlo de forma adecuada. Además, hay otros factores que también influyen en si un alimento es mejor o peor, como su origen, forma de cultivo, época del año, proceso de fabricación, envase, ambiente, entre otros. Por ejemplo, no es lo mismo comer un pan de calidad hecho con harina integral, molido de manera tradicional, con masa madre, agua mineral natural, fermentado durante varias horas, horneado y reposado, que comer un pan barato de una gasolinera. Aunque, en cualquier caso, sabiendo lo que sabemos, no deberíamos basar nuestra alimentación en pan. Otro ejemplo es el de los embutidos. A menudo tratamos a todas las carnes procesadas por igual, pero todos estaremos de acuerdo en que un jamón de bellota 100% no es comparable a un jamón de baja calidad.
Lo mismo ocurre con los lácteos y otros productos. Se les modifican los nutrientes al quitarles la grasa, añadir químicos o azúcares para que sean más sabrosos, refinarlos o reducir la sal, entre otros procesos, lo cual da como resultado productos que no son nada saludables. Por ejemplo, un yogur sin grasa de coco que, al leer los ingredientes, descubrimos que ni siquiera lleva coco y está lleno de azúcar o edulcorantes químicos. Otros ejemplos podrían ser un zumo de frutas hecho con concentrados y cargado de azúcar o edulcorantes químicos, una margarina elaborada con aceites vegetales que en realidad son líquidos pero se modifican para que sean sólidos, o bebidas refrescantes llenas de químicos y azúcar.
Conocer la historia evolutiva de nuestra dieta nos permite evaluar de manera objetiva qué alimentos son más adecuados para nosotros. Alimentarnos de manera más cercana a nuestra evolución ancestral puede ser beneficioso para nuestra salud y bienestar en general.
ALIMENTACIÓN DESDE UNA PERSPECTIVA EVOLUTIVA
Resulta lógico considerar nuestra evolución al elegir qué comer, ya que la evidencia científica ha demostrado que nuestros genes no han experimentado cambios significativos a lo largo del tiempo. Por tanto, los alimentos con los que hemos estado en contacto durante el 99% de nuestra existencia serán aquellos que mantengan nuestro organismo saludable. Estos alimentos incluyen principalmente frutas, verduras, productos animales (carne, pescado, huevos y vísceras), así como algunas semillas y tubérculos.
El período en el que se introdujo el consumo de cereales (como arroz, trigo, centeno, cebada y avena), legumbres y lácteos representa menos del 1% de nuestra evolución. Esto explica la dificultad que una gran parte de la población experimenta al asimilarlos.
A partir de la Revolución Industrial, nuestra alimentación quedó en manos de las grandes compañías de alimentos, que cada vez se han vuelto más sofisticadas y producen alimentos de manera masiva. Nuestra interacción con estos productos constituye aproximadamente un 0.0001% de nuestro tiempo en la Tierra, y los problemas de salud que enfrenta el ser humano moderno están directamente relacionados, en mayor o menor medida, con las dificultades que nuestro organismo encuentra al lidiar con estas nuevas creaciones alimentarias.
En términos generales, se podría decir que la humanidad ha experimentado dos grandes revoluciones, y es curioso cómo después de cada una de ellas nuestra salud ha empeorado significativamente. Los cambios en la alimentación han desempeñado un papel clave, pero también se han visto afectados el descanso, el ejercicio físico, el contacto con la naturaleza, nuestros ritmos y nuestra forma de relacionarnos, entre otros aspectos.
Sabemos que nuestros antepasados cazadores-recolectores eran más altos, tenían huesos más fuertes y sufrían menos problemas dentales en comparación con nuestros antepasados agricultores, a pesar de que solo se separan por unos pocos miles de años en términos evolutivos. La Revolución Agrícola también redujo nuestra esperanza de vida. Es evidente que nuestra salud es considerablemente peor que la de nuestros antepasados agricultores, quienes prácticamente no padecían enfermedades metabólicas (como obesidad, diabetes y enfermedades cardíacas), incluso en edades avanzadas.
Por lo tanto, parece intuitivo que, si deseamos gozar de una mejor salud, debemos atender a las necesidades fundamentales de nuestro cuerpo: adoptar una dieta basada en vegetales, tubérculos, frutas y alimentos de origen animal, descansar adecuadamente por las noches, mantenernos hidratados con agua mineral, realizar actividad física regular, exponernos a la luz solar, disfrutar de relaciones sociales gratificantes, liberarnos del estrés, entre otros aspectos.
CONCLUSIÓN
Es innegable que cada revolución ha traído consigo mejoras para la humanidad en distintos aspectos. Avances en Medicina y Tecnología nos han brindado una esperanza de vida mucho mayor en comparación con siglos pasados.
Como experta en Dietética Integrativa, mi propósito es abrir tus ojos y hacerte entender que los seres humanos no surgimos rodeados de refrescos light, yogures sin grasa o productos de moda que nos intentan vender como imprescindibles.
Conocer y comprender nuestra evolución nos otorga el poder de tomar las riendas de nuestra propia salud. No permitas que grandes compañías con sus deslumbrantes campañas de marketing y publicidad decidan por ti. Ellos solo buscan vender sus productos de diseño, sin importar las consecuencias para tu bienestar.
Es evidente que no existe una única forma de alimentación adecuada para todos. Si observamos las diferentes poblaciones que siguen consumiendo su alimentación tradicional, veremos que cada una de ellas es única. Sin embargo, todas comparten un punto en común: los alimentos disponibles en su entorno (clima, animales, altitud, etc.) son determinantes en su dieta. Y, sobre todo, es importante considerar lo que no consumen, lo que no formaba parte de nuestra alimentación hace apenas unos siglos.
¡Te animo a escuchar el primer episodio del podcast! En él encontrarás toda la información detallada sobre este fascinante tema y cómo aplicarlo en tu vida diaria. Descubre cómo tomar el control de tu alimentación y mejorar tu bienestar siguiendo los principios de una alimentación en armonía con nuestra evolución.
Audio del programa (Episodio 1)
Notas del episodio
- Pirámide de alimentación actual (pdf)
- Libro «Niños sanos, adultos sanos» de Xavi Cañellas y Jesús Sanchis
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